domingo, 12 de abril de 2009

Pequeñas reflexiones

Después de varios meses de investigar sobre nutrición, he atesorado un buen puñado de experiencias, dificultades, aciertos, incongruencias y buenas noticias que me parece interesante compartir.

Lo más llamativo, lo que más me hace pensar, es que resulta mucho más sencillo informarse acerca de las peculiaridades de la dieta vegetariana que de las generalidades nutricionales que cualquier dieta debe tener en cuenta. Por poner un ejemplo, a estas alturas tengo mucho más claro cuáles son las fuentes vegetales de calcio o de proteínas que cuál es la cantidad siquiera aproximada de estos nutrientes que debería ingerir, o qué circunstancias hacen que dichas cantidades varíen para poder tener en cuenta en qué caso me encuentro yo.

Aunque no aspiro a ser una nutricionista profesional, me parece que la posibilidad de conocer los elementos de una dieta razonablemente equilibrada debería estar al alcance de cualquiera, ya que todas las personas necesitamos comer y todas deberíamos comer bien. Sin embargo, tengo la molesta sensación de que esto no es así. En general, la información me resulta bastante confusa, cuando no contradictoria, lo cual parece terriblemente lógico si se tiene en cuenta que la mayoría de las fuentes son preocupantemente tendenciosas.

Reconozco que esta situación está en perfecta consonancia con el hecho de que la de la alimentación sea una industria tan poderosa. Cada rama se preocupa por vender sus productos en la mayor cantidad posible, convencida, o meramente convincente, de que estos son imprescindibles para una dieta adecuada. Como todas las industrias, la alimentaria también lleva a cabo sus presiones, porque su mercado mueve muchísimo dinero, y entre tal entramado de intereses resulta ciertamente difícil distinguir lo que es bueno de lo que no.

En una situación donde priman las verdades a medias, que por lo demás no se diferencia en nada de otros aspectos de nuestra sociedad, sólo nos queda hacer el mejor uso que podamos de nuestra razón y arriesgarnos a decidir qué nos parece bien o mal. Este tipo de decisiones pueden generarnos temores, más aún cuando se trata de nuestra propia salud, pero considero que ganamos en tranquilidad cuando entendemos que eso es todo lo que se puede hacer.

Por mi parte, y después de analizar someramente los intereses que se esconden detrás de los diferentes modelos nutricionales, creo que he llegado a un par de conclusiones que me aportan cierta confianza. En primer lugar, me parece un hecho que la industria de la ganadería mueve más dinero que la de la agricultura, por lo que las opiniones que provienen de la segunda me merecen un poco más de respeto que las de la primera. Por otra parte, considero que, si bien está empezando a resultar rentable el negocio de los productos naturales, ecológicos, alternativos o como se quiera; en general, los alimentos que forman parte de la dieta vegetariana son productos básicos, sencillos, sobre los cuales hay escasos intereses, y por lo tanto, aquellos que los promueven reciben poco o ningún lucro a cambio, de manera que sus opiniones están libres de muchas sospechas.

Finalmente, aunque parezca que las dificultades que voy encontrando en el camino deberían llevarme al desánimo y a la desconfianza, creo que, de hecho, ocurre todo lo contrario. Precisamente porque voy comprendiendo que las diferentes alternativas se mueven por intereses nada claros y que, por tanto, no existe información fiable o definitiva para casi nada, puedo defender mi opción en igualdad de condiciones con cualquier otra, y mirar con otros ojos las objeciones que se le hacen al saber que vienen de determinadas posiciones con las que no puedo estar de acuerdo.

Lo importante para mí, en esto como en otras cosas, es tener en cuenta nuestro proyecto vital, examinar cuidadosamente las diferentes opciones para encontrar las más coherentes con nuestra visión de la vida, comprobar que tienen la máxima credibilidad y armarse de argumentos para poder pasear tranquilas por el camino que hemos elegido.

Nos guste o no, lo Absoluto se esconde precisamente donde no lo podemos encontrar.

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