domingo, 3 de mayo de 2009

Ser vegetariana es una alternativa

Tengo la impresión de que la mayoría de la gente piensa que la dieta vegetariana es lo que queda después de restarle a la dieta omnívora cualquier producto animal. Y es una creencia relativamente lógica, ya que es lo que se puede deducir cuando se observa lo que las personas vegetarianas se ven obligadas a hacer para poder comer platos cocinados desde el punto de vista omnívoro: apartar, pedir sin, quitar, devolver, escoger, seleccionar, negarse a. Sin embargo, seguir una dieta vegetariana no implica conjugar ninguno de estos verbos: implica cambiar el punto de vista.

Para mí, la dieta vegetariana consiste en comer lo mismo, pero de manera diferente. ¿Y cómo se consigue esto? Principalmente, sustituyendo; pero también remezclando, añadiendo, combinando, innovando, agregando, imaginando: nada que ver con la lista anterior.

Cuando digo “comer lo mismo”, me refiero a que, en principio, seguir una dieta vegetariana no tiene por qué implicar cambios sustanciales en el tipo de comida que estamos acostumbrados a comer, ni en sus ingredientes. Dejar de utilizar productos animales no significa dejar de comer los platos que cada persona esté acostumbrada a cocinar, sea por gusto, por tradición o por cultura. Simplemente tenemos que abrir nuestra mente a la posibilidad de preparar lo mismo de otra manera, y para eso, lo primero que tenemos que hacer es creer que es posible.

Parece mentira que los prejuicios afecten tantísimo a algo tan libre y creativo como es la cocina, pero el caso es que lo hacen. Mi prejuicio favorito es el que insiste en que si se quita la carne a tal o cual plato, ya no sabe a nada. Y, sin embargo, cuando nos atrevemos a probar a qué sabe un plato que no emplea productos animales, descubrimos que sabe a lo que sabe, a lo que lleva, sabe intenso, especial, diferente o incluso muy parecido; y lo mejor no es sólo a lo que sabe, sino lo que implica.

Por eso la cocina vegetariana es una alternativa. No es lo que queda, los restos, las sobras; no es una versión defectiva de la dieta omnívora, no consiste en comer menos o peor; es una manera diferente de obtener lo bueno, lo necesario, lo sabroso, nutritivo, saludable. No significa restar, sino sumar: sumarle ética a la alimentación, duplicar sus efectos positivos en nuestros cuerpos, en los de los demás, en el planeta.

Considero que comprender esta idea es una clave importante cuando nos planteamos realizar ciertos cambios en nuestra alimentación. Y es que existen una serie de obstáculos, a veces sutiles y otras no tanto, que nos impiden convencernos de que lo que hacemos está bien: la lealtad y el cariño que sentimos hacia nuestra cultura gastronómica, la amenaza y el miedo a sufrir un trastorno de la alimentación, la tristeza y el desánimo de iniciar un camino al que califican constantemente de monótono, insulso, escaso, insuficiente, raro...

Pero nada de esto es verdad, y resulta sencillo descubrirlo mientras transitamos por el camino de una alternativa construida a nuestro gusto, a nuestra propia medida, con nuestras propias manos.

Adelante.

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