
No sólo nos los comemos. No sólo les infringimos un sufrimiento que acorta sus vidas y acaba con su sentido. No sólo les arrancamos la piel, las plumas, y nos vestimos y arropamos con ellas. No sólo usamos sus fluidos corporales para estar más guapos, escribir o engrasar máquinas. No sólo nos divertimos a su costa. Es mucho más. Está por todas partes.
Yo creo que cada día sin comer carne, cada alternativa, cada pequeña lucha por su dignidad y sus derechos, cada iniciativa cuenta. Me niego a pensar que, si no lo hago todo, es como si no hiciera nada. El problema es de tal envergadura y alcance, que tratar de abarcarlo en toda su inmensidad es la fórmula perfecta para terminar renunciando a dar el siguiente paso.
Por eso considero que una actitud de permanente alerta, el cuestionamiento constante de nuestras costumbres, el gusto por saber e informarse, el coraje cívico necesario para vivir diferente, son la clave que nos puede permitir una vida lo más acorde posible con nuestros principios, nunca perfecta pero sí en continuo perfeccionamiento, y que puede salvar la vida y alejar del sufrimiento a miles de animales.
Para mí, ser vegetariana implica también una comprensión honesta del alcance de mi decisión. Con ella sólo contribuyo a reducir, porque soy consciente de que no puedo eliminar. No por ello renuncio a la acción, no por ello la despojo de su relevancia, pero sí la acompaño de la humildad necesaria para que demuestre en sí misma toda su grandeza.
Encantada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario